Sábado, 13:00. Me empiezo a vestir para ir a trabajar en mi turno de tarde y, mientras me pongo los pantalones, veo de refilón un "42" en la etiqueta. Automáticamente pienso "¿De verdad estos pantalones son una 42? Pero si me los compré hace años, que estaba más delgada..."
Para que te hagas una idea, mi talla de referencia actual para los pantalones es una 40. En algunas tiendas llevaré una 42 y en otras una 40 me queda ligeramente holgada y tengo que tirar por la 38 (esto me pasa con determinadas marcas de Primark, sobre todo). Para el último bikini que me compré, elegí mi talla habitual de sujetador para la parte de arriba, y una 44 para la braga, porque tengo un culo potente y no me sentía cómoda ni con una 40 ni con una 42. Entonces, ¿en qué quedamos?
La verdad es que tú no tienes talla. Ni yo tampoco. No nacemos con una etiqueta que pone "cuando esté desarrollad@, llevará una 38". Nuestro volumen cambia a lo largo de nuestra vida, y el número que pone en la etiqueta de la ropa sube y baja en función de esto. Y eso sin contar que, con el paso de los años, los grandes fabricantes de ropa también adaptan (por decirlo de alguna manera) sus tallas a las medidas que consideran estándar. ¿Ya estás pensando que estoy loca, y que no sabes a dónde quiero llegar?

Es muy sencillo: Tenemos que dejar de pensar en las tallas como un número que nos identifica, que nos hace ser "curvy", "gorda", "skinny", "delgada", etc. Tenemos que cambiar el chip y darnos cuenta de que las tallas son una referencia de la medida de la ropa, no de nuestra medida, y que cambia en función del país y el fabricante que consultemos. Queridas Lolitas, seguro que saben de lo que hablo. Amigas y conocidas que llevan una talla L en España y que ven complicado encontrar un vestido que les sirva, simplemente porque muchas marcas Lolita no llegan hasta la XL. Y eso no te hace ser XL, ni te hace ser una L. Te hace ser una persona con unas medidas determinadas, que en España se traducen en un código y en Japón en otro.
Estamos pasando del "Oh, Dios mío, soy de talla 40, tengo que adelgazar" al "¿Curvy? Pero si tu talla es sólo una 42". Y no lo digo como desprecio a la normalización de los diferentes cuerpos de las personas, ¡no me malinterpretes! Lo critico en el sentido de que si esta normalización sigue pasando por revisar "cuál es tu talla" y clasificarte en función a ella, es que algo no está funcionando.

Una amiga mía me dijo unos días antes de su cumpleaños, cuando le pregunté qué le gustaría que le regalara, que si iba a elegirle ropa tuviera en cuenta que en determinada tienda llevaba la talla X, y en otra tienda llevaba la talla Y. ¿Qué más pruebas quieres de que no puedes describir tu cuerpo ni tu salud con el número que determinado fabricante decide colocar en sus prendas? Tómalo como la referencia que es, pero olvídate de los "perder dos tallas" o de los "Ojalá fuera una chica de la talla 36". Mides lo que mides, que no lo puedes cambiar; y pesas lo que pesas, que sí que puedes cambiarlo si quieres, pero que el número que marca la etiqueta de tu ropa no sea lo que te motive a hacerlo.